Poli Délano y su participación en la Sociedad de Escritores de Chile, SECH
El sentido gremial de Poli viene quizá de herencia de Luis Enrique, su padre, quien estuvo en el directorio de la Sociedad de Escritores de Chile, entidad cultural que agrupa a poetas, narradores, dramaturgos y ensayistas. Ya durante las presidencias de Rubén Azocar (1961-1963) y antes de la compra de la Casa del Escritor de Simpson N°7, Poli ya colaboraba con sus pares y aprendía de ellos en los años 60.
En entrevistas a Poli durante el gobierno de Salvador Allende, no se reconoce como un escritor político en su temática, pero sí está ahí el ser social en los personajes, las historias, el abandono, la soledad y la desesperanza. Podría decirse que Poli no escribía del “Hombre Nuevo”, pero sí lo encarnaba tanto entre sus pares, como en su quehacer gremial como profesor de la Universidad de Chile y la Asociación de docentes en que fue vicepresidente. (Apeuch).
Al llegar de su exilio en 1984, Poli Délano se re-insertó entre sus pares compartiendo su experiencia en México, pero también retomó el trabajo en torno a las reivindicaciones de los escritores en Chile, que iban más allá de escribir, publicar y vencer la censura, se trataba en algunos casos, simplemente de sobrevivir en medio de la crisis económica, que golpeaba con fuerza a los artistas y escritores.
Reconociéndose como mal dirigente, pero “con ganas de pelear”, asume la vicepresidencia de la Sociedad de Escritores de Chile, siendo su presidente el escritor y ensayista Martín Cerda (1985-1987), quien había asumido como misión la de preservar la entidad gremial luego de reanudarse los comicios democráticos en la Sociedad de Escritores.
Ya en 1986 -1987, Poli deja el sillón de escritor para embarcarse en el rol de dirigente gremial, asumiendo la presidencia de la SECH (1987-1989) tomando contacto con escritores a nivel nacional en la tarea de fomentar el libro y la lectura, dando batalla a la aplicación de IVA a los libros, a la televisión como modo de entretención, pero también asumiendo autocríticas de los escritores “Hubo un par de décadas en que leer una novela era casi resolver un rompecabezas, entonces al lector corriente, a aquel no iniciado, no le era conveniente seguir una determinada lectura.” Poli Délano tendió a descentralizar la SECH, visitando provincias y regiones con la doble misión de crear filiales, junto con promover y fortalecer Ferias del Libro en pueblos donde raramente llegaba un escritor, y mucho menos a dar charlas o talleres literarios a las escuelas.
En la tarea gremial, Poli conoció de las dificultades en relación los escritores con uno de los actores principales de la literatura; las
editoriales, a las que culpó en su momento de agravar el cuadro de la literatura chilena pues no arriesgaban nada, debiendo el autor financiar la inversión. No obstante reconoció y apoyó lo que calificó de “brotes” de editoriales como Galinost, Pehuén y Sin Frontera que publicaron a nuevas generaciones de escritores.
Encabezando el gremio de escritores, se relacionó a su vez con el magisterio, tanto para asumir luchas en común en pro de la lectura, la derogación del IVA a los libros, o lisa y llanamente advertir de la mala o inadecuada enseñanza de la literatura. “En la formación de un lector hay que empezar por llevarlo hacia las rutas que les son más asequibles o más interesantes… siendo vital para convertir a los menores en potenciales lectores.”
Poli comenzó a escribir a los dieciséis años, y a la vuelta de su exilio ya tenía decenas de libros publicados en Chile y México (con una población seis veces la de Chile), y obras traducidas a varios idiomas. Esto implicó que podía vivir de lo que escribía. No así muchos colegas que afectados por el “apagón cultural” resultante de la minimización del Estado y con ello, el abandono de todo tipo de intervención, fomento e incentivo estatal para el desarrollo cultural, no podía vivir de su arte, aunque siguieran creando obras pro bono. En esa urgencia y bajo la conducción de Poli, la SECH debió realizar “Librotón” o campañas con editoriales para pagar deudas básicas del funcionamiento de Simpson N°7.
Un momento especial en las postrimerías de la dictadura, donde la SECH y Poli participaron directamente, fue la organización del Encuentro internacional del arte, la ciencia y la cultura por la democracia Chile crea. Encuentro efectuado tanto en Santiago como regiones con 230 invitados de otros países, que se realizó antes del plebiscito de 1988.
Pudiera decirse que aunque a Poli no le gustaba mandar, fue un reconocido dirigente de los escritores. Cuando dejó de serlo, el mismo entregó sus razones: “Mientras fui presidente de la SECh no escribí nada, absolutamente nada y a mí lo que gusta es escribir, lo que me da la condición de escritor es eso, escribir.”
Un símbolo de su rol gremial, fue que tras su fallecimiento en al año 2017, sus restos fueran velados en la sede de la Sociedad de Escritores de Chile, donde tuvo una despedida a la altura que merecía, como ex dirigente, como escritor y como amigo de tantos escritores y escritoras.
“El Querido Poli Délano”
y su participación en la Corporación Letras de Chile.
El Querido Poli Délano
Gabriel García Márquez señaló que “escribir es el trabajo más solitario del mundo”. Es muy posible que esta frase contenga mucha verdad; al menos siento que coincide con lo que he ido aprendiendo con el transcurso de los años. El oficio de la escritura literaria se ejerce en el silencio y en la soledad, por más que uno esté conectado –obligada o voluntariamente- con su mundo y con su tiempo.
No puede derivarse de esta afirmación que compañía y escritura colisionen entre sí de manera excluyente. Pero es preciso alternarlas y equilibrarlas en la vida de un verdadero escritor. La mayor parte de los escritores somos bastante sociables, acaso descontamos una que otra extravagancia, o varias de ellas. Nos gusta la compañía de los pares –no todos, por cierto, sino de algunos de ellos, bien selectos- y la de otros amigos que no escriben, pero gustan de la literatura. Y sobre todo nos encantan la fiesta, las bromas, la conversación viva, las discusiones como ejercitación del pensamiento autónomo, sobre todo si esto se acompaña con una mesa bien provista de bebestibles. Hay un espacio para estas actividades festivas, un tiempo para la lectura y un tiempo para la escritura. “Noto cómo una mano inflexible me va sacando de la vida cuando no escribo”, para utilizar palabras de Franz Kafka.
De otra parte, esta profesión conduce a una competencia bastante enérgica entre pares. Más aún, si las oportunidades que un país pequeño como Chile brinda a los escritores son escasas, más bien magras, quizás francamente menesterosas. Esto empeora si consideramos que en Chile se lee muchísimo menos de lo que debiera, que el precio de los libros es alto y el status de los escritores es muy restringido, si lo comparamos contra aquellos países que nos agrada considerar como referentes. La competencia entre colegas que surge de las características descritas, indeseable aunque real, se suma a la soledad requerida para la escritura y contribuye a acrecentar los muros divisorios
A pesar de que el sistema neoliberal pregona e impone la sacrosanta competencia por sobre cualquier otra consideración, ergo el interés propio, el afán por fama y dinero como objetivos supremos y signos de éxito, existió y existe una comunidad de escritores donde todavía imperan la fraternidad y la solidaridad humanas y la preocupación por lo social. Esto refleja, por ejemplo, en la existencia de la Corporación Letras de Chile, de la cual Poli Délano fue uno de sus fundadores fundamentales.
Poli Délano, notable escritor y admirable ser humano, dos cualidades de improbable convergencia. Las competencias de Poli Délano en el ámbito de la creación literaria están archi demostradas en la extensión, variedad, profundidad y calidad de su obra. Yo quiero destacar esta otra vertiente cada vez menos frecuente en el gremio: la vocación social y fraterna del hombre que escribe.
Es una frase certera para describir la vida de Poli Délano: un buen escritor y una buena persona. Un gran amigo, un guía ilustrado, un maestro generoso sin pretensiones didácticas, un brazo poderoso presto a brindar apoyo cuando se requiere. La humanidad omnipresente en su obra narrativa no es un artilugio intelectual, sino que el resultado de una sólida estructura personal, una opción construida desde la convicción profunda del valor del otro, la importancia de los demás por sobre la propia existencia.
Esto se evidenció con nitidez cuando Poli –no bien fue levantada la prohibición de volver a Chile- regresó del exilio para integrarse en plenitud a la lucha por restituir la democracia. Recalco aquello de “plenitud” porque así procedió, sin eximirse de nada, impulsando –primero como socio y luego como director y Presidente de la Sociedad de Escritores- la lucha por la defensa de la libertad de expresión. Se manifestó como ciudadano común y corriente en los mítines callejeros que implicaban evidentes riesgos mayores y la frecuente necesidad de esquivar -no siempre con fortuna- los bastonazos de la policía, los potentes y pestíferos chorros de agua de los guanacos, o los efectos asfixiantes del gas lacrimógeno. Tampoco se excusó de participar en actos artístico-políticos –tan modestos como subversivos- en universidades, poblaciones, sindicatos y cuanta organización se abriese para los artistas adscritos al quehacer libertario.
Para quienes nos asomábamos a la escena literaria a mediados de los 80, el regreso de Poli Délano fue extraordinariamente significativo, iluminador, esperanzador. Retornaba a Chile uno de aquellos maestros de los que fuimos privados en nuestros primeros pasos como escritores. Hemos dicho en múltiples oportunidades que los escritores de la Generación del 80 (del Golpe, NN) fuimos huérfanos literarios. No tuvimos a la mano maestros que nos guiaran y nos nutrimos omnívoramente de toda aquella materia literaria que estuviera al alcance de la mano, de distintas épocas y diversas procedencias: latinoamericana, norteamericana, asiática, europea. Y pienso que quizás eso fue bueno para nosotros y bueno para la literatura chilena.
Mas debo reconocer que aquella orfandad primigenia –parcial por cierto, pues debe reconocerse la amistad de muchos escritores que permanecieron en Chile y nos brindaron su apoyo- era de alguna manera un lastre desagradable. Poli contribuyó a alivianar aquella carga, proporcionándonos apertura, simpatía, camaradería y conocimiento con total profusión. Aquello fue un impulso notable para asumir nuevos desafíos en el terreno de la escritura, así como también en el ámbito del compromiso con la sociedad.
Iniciada en los años 90 la reconstrucción de la democracia –lento y dificultoso proceso da la impresión de no haber alcanzado jamás su meta- los cantos de sirena del mercado y el individualismo no lograron tener efecto en la reciedumbre humana de Poli Délano. Hacia fines de los noventa expresó muchas veces la necesidad de que los escritores se agruparan en solidaridad para trabajar por la difusión de la literatura y la promoción de la lectura, es decir, para trabajar por los demás. De aquellas sugerencias visionarias surgió la decisión de crear Letras de Chile.
Notable humanidad en la obra literaria, trascendente humanidad en la vida cotidiana. Una ecuación simétrica, extraordinaria y perfecta que llevó a conferirle la Distinción Letras de Chile en 2009 al querido Poli Délano, por su trayectoria y aporte incondicional a la literatura chilena.
Diego Muñoz Valenzuela, escritor
Poli Délano su militancia y consecuencia política
El sábado pasado se acabó la lluvia y un cielo azul iluminó Santiago como para dar toda la claridad y calor necesarios a la despedida del querido Poli Délano, nuestro gran escritor y maestro de escritores. Pero además, en nuestro caso y en el de tantos y tantas, se trata sobre todo del amigo de siempre, cómplice de aventuras inolvidables, camarada militante creador y valiente, inteligente, culto y que me concediera además en lo personal la amistad invaluable de sus padres, don Luis Enrique, escritor, periodista, diplomático vinculado a Gabriela Mistral y a Pablo Neruda y su inseparable esposa, nuestra coterránea chillaneja y notable fotógrafa Lola Falcón.
Poli Délano, Premio Casa de las Américas en Cuba, varios premios en México y otros países. Como es obvio, nunca fue Premio Nacional en Chile.
Fue en los años 60 cuando a través de amigos comunes, entre ellos la pareja chileno británica de profesores y escritores Ricardo Figueroa y Kate Clark, hoy radicados en Inglaterra, que se inició la amistad con el clan singular de los Délano. Recuerdo ese primer almuerzo en su casa-buque de Cartagena, el timón, el buzo que lo conducía, la biblioteca, la vista al mar, los escritores invitados. Porque la casa de la playa como la casa de los Délano en Ñuñoa, eran por ese tiempo sitio de encuentros frecuentes de lo mejor de la intelectualidad progresista, sesiones inolvidables con gente notable tanto como las que volveríamos a vivir años más tarde en su casa del barios de la Condesa de la capital mexicana o en la del Poli en Cuernavaca.
Luis Enrique, con su eterna pipa en los labios y embarcado en ingeniosos diálogos con Lola, autora de fotos magníficas de bellos lugares y de grandes personalidades del mundo, entre otras de Neruda clandestino poco antes de cruzar la cordillera huyendo del traidor González Videla.
Durante los años de la Unidad Popular no nos encontramos. Luis Enrique fue designado embajador en Suecia, Poli viajaba mucho, lo que sumado al frenesí de la época explica por qué no fue sino hasta Ciudad de México en 1978 cuando nos reencontramos. Don Luis era subdirector de la Casa de Chile que encabezaba el ex senador radical, Hugo Miranda, y Poli desplegaba una vasta y fecunda actividad literaria en Ciudad de México, en Cuernavaca, en Guadalajara y en varias otras ciudades y pueblos de esa gran nación.
Sus padres vivían en la bella colonia Condesa en donde gracias a ellos pudimos conocer a personalidades como Wenceslao Roces, traductor al español de “El Capital” de Carlos Marx, el dirigente obrero y líder comunista, Valentín Campa, el escritor Juan de la Cavada, el actor de teatro, cine y televisión, Claudio Obregón, las hermanas Arenal, una viuda de David Alfaro Siqueiros y otra viuda del dirigente comunista chileno, Salvador Ocampo; al escritor y político, Heraclio Zepeda, que en su juventud empuñara armas en defensa de la Revolución Cubana o el extraordinario novelista y gran amigo de Poli, Rafael Ramírez Heredia. Todos excelentes personas y amigos.
Muchos fines de semana compartimos además en Cuernavaca, conocimos de su taller literario y de amigos inolvidables como el gran pintor mexicano, Leonel Maciel, por entonces pareja de la poetisa chilena, Eugenia Echeverría. Por la casa de Poli pasaron esos años notables personajes, mujeres, hombres, jóvenes, no sólo escritores, que animaron veladas inolvidables en muchas de las cuales participé.
Pero es preciso decir que, además, brindó refugio solidario a numerosos perseguidos por dictaduras latinoamericanas, no sólo la chilena. En efecto, su casa de Cuernavaca fue un lugar seguro para combatientes revolucionarios de varios países latinoamericanos y por supuesto de Chile
Como todos saben, Poli regresó a Chile en plena dictadura y asumió la presidencia de la Sociedad de Escritores de Chile con valentía y excelente desempeño abriendo espacio a escritores marginales o perseguidos. Siguió siempre vigente y escribiendo hasta su muerte. Habrá que recuperar lo pendiente y dar vida impresa a su labor.
Fue en el exilio en México en que nos reencontramos con las hijas de Poli. El día de su funeral me permití evocar a una de ellas: Bárbara, niña hermosa, culta, valiente, militante de las Juventudes Comunistas, permaneció en Chile como activista de la lucha contra la dictadura, hasta que, acosada por la policía, debió finalmente salir a México. Notable escritora, gran poetisa, un accidente aéreo el año 1996, cuando apenas tenía 35 años, nos la arrebató para siempre. Nunca la olvidaremos. Hoy se abrazarán padre e hija de nuevo.
Mi amistad con Poli fue sólida y alegre. Nos unían demasiados aspectos de la vida y, por supuesto, el tango. Aunque allí tuvimos una diferencia nunca superada pues el insistió siempre que Edmundo Rivero, fallecido el 86, cantaba mejor que Roberto Goyeneche, fallecido el 94, mientras sigo pensando que este último lo hacía mejor. Lo cierto es que ambos en estricto rigor son parte de los más notables sucesores de Gardel.
Mientras finalizo estas líneas llegan mensajes de tristeza de amigas y amigos de diversos puntos.
Desde el Distrito Federal, Carolina y Darío recuerdan los talleres literarios de Poli, su presencia en las veladas culturales de Casa de Chile, sus numerosas y bellas novelas, sus intervenciones en la librería El Juglar, y en tantos otros espacios que lo sitúan en un lugar privilegiado en tierras aztecas.
Llegan también emocionados saludos de las compañeras y compañeros socialistas chilenos que viven en México y le recuerdan con enorme afecto. El Comunal del PS allí pide hacer llegar su saludo a la familia de Poli. En fin, sentimientos sinceros de pesar de muchas y muchos de diferentes sectores que escriben con sentimiento frases como las de Ximena que dice que con su partida se “extingue un clan de creadores consecuentes, amigos a concho, entrañables compañeros. Lo precedieron su padre, el querido Luis Enrique, su madre Lola Falcon y tempranamente su hija Bárbara. Hoy despedimos a Poli, pero lo reencontraremos siempre en las conversaciones de amigos, en los acorde de un tango y, sobre todo, en sus obras que dan testimonio de su talento”.
En tanto una prestigiosa médico chilena expresa que la muerte de Poli representa “la pérdida de un grande de Chile y que la historia engrandecerá su peregrinar creativo”.
Desde Jiutepec, Morelos, México, uno de sus discípulos literarios le recuerda con enorme afecto y dice que “no sólo era un gran maestro sino que lo pasábamos estupendamente bien y nos convirtió con gran humor en unos pasables aprendices de escribidores”.
No hace tanto que compartimos con él horas inolvidables, alguna vez en un grupo en que junto a queridos amigos, se encontraban personajes como el escritor y académico Luis Bocaz o el historiador español Mario Amorós y, en otras, el entrañable Fernando Quilodrán, que también se nos fue este año, y el siempre actual Douglas Hübner.
Estoy seguro que somos miles los que pensamos que él no se ha ido, que se queda no sólo en sus libros, sino en su ejemplo de ser humano y también de luchador por un mundo mejor como testimoniaba la roja bandera comunista que cubrió la urna. Porque Poli, como toda su familia, fueron militantes comunistas consecuentes de toda una vida.
Eduardo Contreras Mella, abogado