Ostornol

En su Web; Poli Vive

Hoy avanzo en mi camino de ser parte de este taller, donde la impronta profunda de Poli me admira y por qué no reconocerlo, me llena de pudor y sana envidia. En cada escrito de ustedes, en cada crítica, en la distensión del chat o en el cariño y legado que se percibe en su web, Poli vive.

Tuve el privilegio de conocerlo físicamente, primero con mi padre en Chile, más tarde en el círculo de amistad del exilio mexicano a través de mi madre, en esas veladas bien regadas y lúdicas. Pero al escritor, lo conocí en La Habana de los setenta de modo bastante peculiar, y es lo que quisiera compartir en esta ocasión con ustedes.

Allá disponíamos de excelente y variada literatura, a precios accesibles para cualquiera. Mis deberes de madre, trabajadora, estudiante y militante me dejaban poco tiempo, por lo que era ya un hábito establecido, leer en la “guagua” aprovechando las casi dos horas que demoraba el trayecto de mi casa a la escuela. Solo de ida, porque el regreso lo hacía durmiendo, haciendo malabares afirmada de uno de los tubos.

Por ese entonces, los libros de autores chilenos eran escasos y de México, mi hermana me había enviado “En este lugar sagrado”. Apenas ví el título hurgué en su interior para saber si la frase era la misma en la que yo había pensado y lo puse en el bolso para comenzar su lectura a la mañana siguiente.

Como el conductor era vecino mío y coincidíamos cada día, él me esperaba en el paradero de inicio del recorrido sentado en el asiento detrás de su butaca y me lo cedía apenas me veía subir. Ya instalada cómodamente, ajena a todo lo que ocurría a mi alrededor, abría el libro que llevaba.

Ese día comienzo a leer la novela de Poli y al poco rato me encuentro a este personaje atrapado en el baño del cine tras una feroz crisis estomacal la noche del diez de septiembre, mientras afuera nuestros sueños eran destrozados del modo más brutal. Poli no lo dice. Eso lo sabe el lector, en este caso yo, que ansiosa continúo la lectura en medio de grafitis de baños tan conocidos que me hacen reír de buena gana, y otra risa extraña que surgía nerviosa, porque ya Poli había anunciado todo, sin haber aún, dicho nada.

Voces y risas me sacan de la trama.  Un alboroto se había armado. Los pasajeros hablaban en voz alta, como buenos cubanos que eran: ¡Cuenta chica, cuenta! ¡Deja que nos riamos todos, no seas malita! ¿De qué tú te ríes muchacha? 

Riéndome, respondí tímidamente que estaba leyendo un libro muy bueno de un escritor chileno.

No fue suficiente la explicación, tuve que compartir lo que me había causado tanta risa y angustia a la vez.

Les leí un par de párrafos que ya había marcado mentalmente, los que llamaron mi atención por ese agudo sentido del humor, en contraste con la tensión narrativa ya anunciada en los indicios. Esa madrugada, mis compañeros cubanos de ruta y yo, conocimos a Poli Délano.

Cecilia Ostornol

Santiago, 22 de abril de 2022